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#83 Un incendio de sexta generación en España en marzo, lo que descubrió una mujer en 1856 y última llamada para mitigar el desastre climático

  •   12 minutos de lectura

Cuando debatimos esta semana en DATADISTA sobre cuál debía ser el tema principal del boletín, no tuvimos duda. Es más, estamos convencidos de que este debería haber sido un tema muchísimo más destacado en los periódicos, en las tertulias, en el debate del café. Hoy hablamos de clima, de su cambio, porque esta semana han llovido los esperados datos del sexto informe del IPCC, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático. No es un grupo de expertos más sumando sus conclusiones a la ciencia global.

A su labor contribuyen miles de científicos de todo el mundo ya sea como autores, autores contribuyentes y/o revisores. De todo ese trabajo derivan los informes y decisiones que son revisados, discutidos a cara de perro y (esto es muy relevante por la cantidad de intereses que pesan a sus espaldas) aceptados y aprobados en sesión plenaria por representantes gubernamentales de los países miembros, que actualmente son nada menos que 195 países. Es un consenso de mínimos. Cuando el informe del IPCC dice que esto se pone muy feo, es que se pone muy feo.

Los datos, gráficos y mapas mundiales futuros teñidos de granate y violeta del informe del IPCC coinciden con el primer gran incendio del año en España. Un incendio cuyas características no son propias de esta época del año. Te mostramos imágenes de satélite de este desastre que está teniendo lugar en la provincia de Castellón y te hablamos de cómo las temperaturas medias han aumentado en España en el último siglo y por qué lo que hoy nos parecen temperaturas altas pasarán a ser consideradas normales en el futuro.

Arrancamos.

Primer Gran Incendio Forestal del año en España

El jueves se originó el primer Gran Incendio Forestal (GIF) del año en el municipio de Villanueva de Viver (Castellón) en el límite con la provincia de Teruel. Se considera un GIF a todo incendio que supera las 500 hectáreas de superficie en la España peninsular y 250 hectáreas en las Islas Canarias. Hasta ahora el incendio ha arrasado con 4.000 hectáreas, con un perímetro entre 35 y 40 kilómetros. Las condiciones meteorológicas son muy adversas, con todo el este del país en máxima alerta por riesgo de incendio.

En esta imagen del satélite Sentinel-3 en falso color puedes ver el perímetro del incendio rodeado con un círculo.

Imagen (en falso color) captada por el Sentinel-3 el 25 de marzo a las 10:46h | Copernicus

Este incendio forestal ha sido declarado de sexta generación, como los del verano pasado de Bejís y Vall d'Ebo, debido a su alta intensidad, virulencia y cambios erráticos. Actualmente trabajan más de 700 efectivos terrestres y aéreos en su extinción.

Los incendios de sexta generación son extremadamente devastadores, propagándose rápidamente y siendo difíciles de controlar y extinguir. Se ven favorecidos por condiciones meteorológicas secas y calurosas, y su intensidad se ve alimentada por el propio calor que generan. Estos incendios son especialmente peligrosos debido a su resistencia a la extinción, dependiendo en gran medida de las condiciones climáticas, como la lluvia, para ser controlados. Además, pueden generar su propia meteorología, como tormentas o pirocúmulos, que pueden desencadenar nuevos focos de incendio. El primer incendio de este tipo en España ocurrió en Sierra Bermeja, Málaga, en 2021, tras un precedente en Portugal en 2017.

Nos queda menos de una década para evitar el desastre en la Tierra

En 1856, una científica, una mujer (por más que los méritos se los hayan llevado dos hombres que trataron el asunto tres años y 40 años después de ella, respectivamente), experimentó y teorizó por primera vez sobre el calentamiento global. Fue Eunice Newton Foote, que había puesto al Sol diferentes tubos con termómetros en su interior y diferentes gases, incluido aire normal y corriente, para medir cómo variaba la temperatura.

La evidencia era clara. En el tubo con dióxido de carbono la temperatura subía mucho más y, una vez retirado de la influencia de los rayos del Sol, tardaba más en enfriarse que el resto. Foote recogió sus conclusiones en un ensayo que no pudo presentar personalmente en la Octava Reunión Anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS) porque, claro, era mujer. Lo tuvo que presentar en su nombre un hombre, el profesor Joseph Henry. Sin embargo, el estudio no apareció en las actas de la reunión porque, claro, Foote era mujer.

Lo que quedó registrado fue tan solo página y media en la revista de la Asociación unos meses después que nos permiten reconocer a Foote su investigación y sus conclusiones: "Una atmósfera de dióxido de carbono le daría a nuestra Tierra una temperatura alta; y si (...) en un período de su historia, el aire se ha mezclado con él en una proporción superior a la actual, (...) de ello debió de resultar una temperatura necesariamente mayor". Foote estaba anticipando el funcionamiento del calentamiento global.

Han pasado 167 años del descubrimiento de Foote, 164 desde que John Tyndall se llevó el mérito al hablar de cómo el dióxido de carbono y el metano bloquean la radiación infrarroja, 127 años desde que Svante Arrhenius, ganador del Premio Nobel, nos hablara del efecto invernadero y hoy no hay duda, la hemos liado parda. Esa es la alerta del último informe (el sexto) del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, hecho público esta semana, plagado de gráficos y datos que arrojan pronósticos apocalípticos y, por increíble que parezca, esperanza. Lo que dice es que sí se puede mitigar lo que viene y mantener un mundo habitable para las niñas y niños que ya están sobre el planeta, pero tiene que ser ya.

La superficie global de la Tierra tiene una temperatura media de 1,1ºC superior a la media de la era preindustrial (1850-1900). Para hacerse idea de lo que significa ese aumento, en el Acuerdo de París de 2015, las naciones firmantes se pusieron como objetivo no superar un incremento de 1,5ºC o como mucho de 2ºC. Mal vamos. París permitió a las naciones definir individualmente su senda de reducción pero, con lo comprometido (anunciado) hasta ahora, no da para evitar el desastre.

Lo que viene si no se actúa

El futuro pinta muy feo para la humanidad, que se ha pasado siglo y medio prácticamente ignorando las alertas de la ciencia pero, por increíble que parezca, aún se puede mitigar bastante lo que se viene encima a corto plazo y que la vida en la Tierra no se haga imposible.

Los pronósticos citados por el informe incluyen:

  • “Aumento en la mortalidad y morbilidad humanas relacionadas con el calor (alta confianza),
  • enfermedades transmitidas por alimentos, agua y vectores (alta confianza) y desafíos en la salud mental (muy alta confianza),
  • inundaciones en ciudades y regiones costeras y bajas (alta confianza),
  • pérdida de biodiversidad en ecosistemas terrestres, de agua dulce y oceánicos (medio a muy alta confianza, según el ecosistema)
  • una disminución en la producción de alimentos en algunas regiones (alta confianza).
  • Cambios criosféricos relacionados con inundaciones, deslizamientos de tierra y disponibilidad de agua con potencial de tener consecuencias graves para las personas, la infraestructura y la economía en la mayoría de las regiones montañosas (alta confianza).
  • El aumento proyectado en la frecuencia e intensidad de las precipitaciones intensas (alta confianza) aumentará la probabilidad de inundaciones locales generadas por lluvias (confianza media)”.

Te vamos a incluir aquí directamente las imágenes del resumen ejecutivo del informe del IPCC. Están en inglés pero no es difícil entender lo que muestran. Esta primera nos dice que "con cada incremento del calentamiento global, los cambios regionales en las condiciones climáticas promedio y extremas serán más generalizadas y pronunciadas". Y a continuación muestra, dependiendo de los grados de aumento de la temperatura: "a", el cambio de la temperatura en grados del día más cálido del año por región; "b", el cambio en la humedad del suelo; "c", los cambios en la cantidad de lluvia caída el día más lluvioso del año.

El siguiente, el efecto en pérdida de especies, riesgos para la salud humana del incremento del calor y la humedad e impacto en la producción de alimentos.

Para mitigar en lo posible esa deriva, hay que cambiar las fuentes de energía, los hábitos de consumo, reducir la demanda, tomar medidas de adaptación y, como probablemente no será suficiente, hay que utilizar tecnologías de captura y almacenamiento de CO2. Queda menos de una década para actuar.

Según las proyecciones del IPCC, las políticas implementadas hasta finales de 2020 resultarán en emisiones globales de gases de efecto invernadero más altas en 2030 que las pronosticadas por las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (los pronósticos según los planes de reducción país por país o NDC, por sus siglas en inglés), lo que significa que sigue habiendo una "brecha de implementación"  para lograr los objetivos de París (alta confianza). Sin un fortalecimiento de las políticas, se proyecta un calentamiento global de 3,2 [2,2-3,5]°C para el año 2100 (confianza media).

La esperanza

Por supuesto se han hecho cosas, muchas. Las políticas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero ya “han evitado varias Gigatoneladas de CO2-eq”, recoge el AR6. Hay “al menos 18 países que han mantenido reducciones absolutas en la producción de gases de efecto invernadero basadas en la producción y en el consumo de CO2 durante más de 10 años”.

Parece que hacer más merece la pena. "Reducciones profundas, rápidas y sostenidas de las emisiones de gases de efecto invernadero conducirían a una disminución palpable del calentamiento global en alrededor de dos décadas y también a cambios evidentes en la composición atmosférica dentro de unos pocos años (alta confianza)", dice el IPCC.

“El calentamiento global continuará aumentando en el corto plazo (2021-2040) principalmente debido al aumento de las emisiones acumuladas de CO2 en casi todos los escenarios considerados. En el corto plazo, es más probable que el calentamiento global alcance los 1,5°C incluso en el escenario de emisiones de GEI (gases de efecto invernadero) muy bajas" pero también que "el calentamiento global disminuya por debajo de los 1,5°C a fines del siglo XXI en algunos escenarios".

Nivel del mar

El nivel del mar es un buen ejemplo de las previsiones que da el IPCC para ver la diferencia entre no hacer nada, hacer algo o hacer mucho. Entre 1901 y 2018, el nivel medio del mar subió 0,20 metros (el rango estimado del panel de expertos es entre 0,15 y 0,25 metros). No ha sido una subida lineal y el principal impulsor del aumento del nivel del mar desde 1971 es la influencia humana.

La tasa promedio de aumento del nivel del mar fue de:

  • 1,3 [0,6 a 2,1] mm año entre 1901 y 1971
  • 1,9 [0,8 a 2,9] mm año entre 1971 y 2006
  • 3,7 [3,2 a 4,2] mm año entre 2006 y 2018 (alta confianza).

¿Qué ocurrirá en el futuro? Según el sexto informe del IPCC, el nivel del mar en comparación con el período 1995-2014, tendrá un aumento probable:

  • de 0,15-0,23 m para 2050 y de 0,28-0,55 m para 2100 incluso en un escenario de emisiones de gases de efecto invernadero muy bajas
  • de 0,20-0,29 m para 2050 y de 0,63-1,01 m para 2100 en el caso de mantener las emisiones muy altas

CO2 acumulado y quién lo puso ahí

El problema ya está ahí, en la atmósfera. Lo hemos creado año, tras año, tras año desde que el carbón y la máquina de vapor permitieron a la humanidad adentrarse en su modernización y más aún desde que Edwin Drake abrió en Pensilvania el que está considerado primer pozo de petróleo. Hemos volado, plagado las carreteras de vehículos individuales y llevado mercancías de un punto a otro del globo como si no hubiera un mañana con combustibles fósiles, nos hemos calentado y generado electricidad.  Seguimos haciéndolo.

Si cogemos todas las emisiones netas de CO2 entre 1850 y 2019, es decir, restando el CO2 eliminado o absorbido del emitido, hay alrededor de 2.400 Gigatoneladas de CO2 acumuladas ya en la atmósfera, de las que el 40% se ha acumulado entre 1990 y 2019. Las culpas históricas por países y regiones tienen nombre, y son la causa de que en el mismo Acuerdo de París se incluyese la necesidad de ayudar a los países en desarrollo con dinero de los países desarrollados a su transición energética, porque no pareció muy justo exigirles recortes en emisiones a naciones con buena parte de la población sin acceso a fuentes de energía después de haber llenado la atmósfera global de CO2. El objetivo era destinarles 100.000 millones al año en 2020. Nos hemos quedado muy lejos.

Y en lugar de reducirse, la emisión anual sigue yendo a más. Para hacerse una idea del ritmo de incremento, las emisiones en 2019 de gases de efecto invernadero fueron un 12% superiores a las de 2010 y un 54% superiores a las de 1990.

Los principales emisores en términos absolutos en los últimos 20 años tienen a China en cabeza y con tendencia creciente, como muestra el siguiente gráfico del informe del IPCC, aunque si se miran las emisiones per capita la imagen no es la misma. En 2018, las emisiones per capita de gases de efecto invernadero de CO2 equivalente fueron de 3,9 toneladas por persona en África; 7,8 en Europa occidental; 7,9 en el sudeste asiático y Pacífico; 9,2 en Latinoamérica y Caribe; 11 en el Asia Oriental (incluido China); 13 en Europa del Este y la misma cantidad en Australia, Japón y Nueva Zelanda, y 19 en Norteamérica.

La superficie del planeta se ha recalentado y no hay duda del origen. “Las actividades humanas, principalmente por la emisión de gases de efecto invernadero, son la causa inequívoca del calentamiento global”, dice el informe del IPCC. En 2019, el 79% de las emisiones procedió de la energía, la industria, el transporte y la construcción. El 22%, de la agricultura, la ganadería y otros usos de la tierra.

El impacto del cambio climático en España

El calentamiento provocado por el cambio climático no afecta de igual manera a todo el planeta. Las zonas árticas experimentan un rápido incremento en la temperatura mientras que, en áreas continentales, el aumento es más rápido que en las oceánicas. Un estudio publicado el año pasado reveló que el Ártico se ha calentado casi cuatro veces más rápido que la media mundial en los últimos 43 años.

Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), nos indica que "Europa se calienta más rápido que el resto del mundo al ser una gran masa continental y llegar hasta el Ártico". Añade que "un umbral crítico de 1,5º implica que la temperatura media habrá aumentado mucho más en Europa y España. Un calentamiento de 1,5º a nivel mundial significa que en España la temperatura media habrá ascendido más de dos grados".

Según la AEMET, desde los años 60, la temperatura media en España ha aumentado en 1,3 grados. Durante el verano, la temperatura ha subido 1,6º desde 1961, año en que comenzó la serie histórica. En este gráfico puedes ver la evolución de las anomalías de la temperatura media en España peninsular entre 1961 y 2022 (periodo de referencia 1991-2020).

Evolución de las anomalías de la temperatura media en España peninsular entre 1961 y 2022 

La AEMET ha logrado comparar las temperaturas medias en España desde 1916 mediante la reconstrucción climática realizada a partir de datos históricos. Según estos datos, el verano de 2022 fue el más cálido de los últimos 106 años como mínimo, con 41 de los 90 días de verano dentro de las tres olas de calor que tuvieron lugar. Con respecto al periodo de referencia (temperatura media en el periodo 1991-2020), el verano pasado tuvo una anomalía de +1,9º, siendo más cálido de lo normal.

Cada década, la Organización Meteorológica Mundial establece un nuevo periodo de referencia de los últimos 30 años para calcular el carácter de las temperaturas, precipitaciones y otras variables. Desde enero de 2023, se utiliza el periodo 1991-2020. El periodo anterior comprendía de 1981 a 2010. Este periodo de referencia se emplea para definir las características climáticas de una región.

El cambio en el periodo de referencia implica que la temperatura media que se utiliza actualmente para comparar es más alta que la que se usaba como referencia en el periodo anterior. Para el periodo 1981-2010, la temperatura media de referencia en España peninsular era de 13,7º, frente a los 13,9º para el periodo de referencia 1991-2020. Al actualizarse este periodo, años que antes se consideraban cálidos ahora son normales. Así, si el aumento de las temperaturas medias se mantiene en los próximos años en España, un año como 2022, podría ser considerado como normal en cuanto a temperaturas. La temperatura del verano de 2022 podría ser la normal en los veranos de mediados de siglo.

El cambio climático también influye en las sequías. En el sur, estas serán más largas, con periodos más secos y extensos. El año pasado, los meses de mayo a septiembre resultaron ser los más cálidos y secos de la serie histórica.

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