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¿90 toneladas? La desastrosa historia del oro de España y las cifras de ‘La casa de papel’

  •   5 minutos de lectura

Alzado original de Yarnoz. Proyecto de ampliación. | BANCO DE ESPAÑA

Una banda de atracadores enfundada en monos rojos, anonimizada tras caretas de Dalí y con más contactos nacionales e internacionales que el rey emérito, entra en la cámara acorazada del Banco de España para robar las reservas de oro. Y se ponen tan contentos porque hay 90 toneladas. Estamos hablando de La casa de papel, está claro, pero ¿es mucho? ¿Es poco? Para cualquier grupo reducido de personas normales es una cantidad que tiende a infinito pero lo primero que hay que tener en cuenta es que en la cámara acorazada del Banco de España solo se custodian una parte de las reservas de oro del país. Las reservas del Banco de España eran algo más de 281 toneladas de oro a finales de septiembre pasado. Es decir, sí, la cantidad es factible. Ahora bien, la historia del oro español nos dice que, si la crisis financiera de 2008 hubiera tardado un poco más y la banda del profesor tarda en ejecutar el atraco con el respaldo social que obtiene en la pantalla derivado de la crisis, igual lo que se encuentran no les da ni para un par de pendientes.

España se ha deshecho dos veces de una parte importante de sus reservas de oro. Una para pagar gastos militares e importaciones de productos en plena Guerra Civil, cuando las dejó a cero. La otra, mucho más reciente, cuando en plena burbuja financiera mundial se decidió que el oro había dejado de ser un valor refugio y que tener riqueza en lingotes no generaba intereses, ni dividendos y, por tanto, no merecía la pena.

“A finales de 2004, el Banco de España poseía 523,4 toneladas de oro”, dice la memoria de la institución. Tres años después, a finales de 2007, quedaban 282 toneladas, un 46% menos. España vendió en menos de una legislatura casi la mitad de sus reservas. En conjunto, las ventas realizadas en estos periodos ascienden a 241,8 toneladas (7,7 millones de onzas troy) por las que se sacó una ganancia neta de menos de 3.000 millones de euros. Puede parecer una buena operación si se compara precio de compra y precio de venta pero lo ganado equivale a lo que cuesta pagar las pensiones diez días y esas reservas vendidas hoy valdrían casi cuatro veces más.

Tampoco es que dé para mucho. Es cierto. España invierte en otros activos y su estabilidad está básicamente ligada a su capacidad de recaudar impuestos. En cualquier caso, si echamos un vistazo a la evolución del precio de la onza de oro desde entonces, todo apunta a que la estrategia no fue muy brillante.

El oro sigue siendo un valor refugio y nunca se sabe cuándo una crisis acecha a la vuelta de la esquina y va a disparar su precio. Pues no una sino dos crisis económicas, una financiera y otra por la pandemia, se han sucedido desde aquellas ventas que tuvieron lugar con Pedro Solbes como ministro de Economía y con Jaime Caruana y después Miguel Ángel Fernández Ordóñez como gobernadores del Banco de España. Si sirve de consuelo, España no fue la única que resbaló estrepitosamente con las ventas de sus reservas. El Reino Unido se deshizo en aquellos años de buena parte de las suyas por un precio igualmente irrisorio comparado con el actual.

Según los datos del World Gold Council basados en las estadísticas del FMI, a finales de septiembre de 2021, el Banco de España contaba con 281,58 toneladas de oro en sus reservas, situándose en el vigésimo puesto del ránking mundial.

La cámara
Si la de la banda del profesor hubiera sido una historia ambientada en épocas pasadas, también hubiera sido muy diferente. Para empezar, era preciso que existiese la cámara acorazada. El edificio del Banco de España se inauguró en febrero de 1891. Ni rastro de la cámara por aquel entonces. Fue algo menos de tres décadas después cuando se incluyó dentro del proyecto de ampliación del edificio del arquitecto José Yarnoz Larrosa.

La cámara se terminó de construir en el primer trimestre de 1936, meses antes de que parte del ejército español se sublevase contra el Gobierno legítimamente establecido y comenzase una larga guerra civil. Ocupa 2.500 metros cuadrados de los que 1.000 son muros de hormigón, bajo el patio de operaciones. Está a 35 metros de profundidad, rodeada de suelos arcillosos y agua subterránea. Sus puertas acorazadas, de varias toneladas de peso, fueron construidas por Coffres-Forts York y traídas desde Nueva York.

Una vez terminada, en marzo de 1936, se trasladaron a la cámara cerca de 700 toneladas de oro que eran entonces las reservas del Banco de España. ¿Cuánto duraron allí? No mucho.

El oro de Moscú (y el mucho menos comentado oro de París)

En el número 49 de los Estudios de Historia Económica del Banco de España, a cargo de Elena Martínez Ruiz y titulado Guerra Civil, Comercio y Capital Extranjero, se hace hincapié en las dificultades que encontró el Gobierno democrático de la República para financiar sus gastos militares durante la Guerra Civil, con bloqueos de llegada de las divisas derivadas de las exportaciones españolas por parte de diferentes países y la falta de crédito obtenido que sí obtuvieron los sublevados. Desde julio de 1936, la compra de armamento y pertrechos se pagó con las reservas de oro del Banco de España.

El 13 de septiembre se decidió enviar las reservas de oro del Banco de España a Cartagena. El traslado se produjo entre el 15 y el día 21 de ese mes. De ahí se iniciaron los traslados a París, donde era comprado por el Banco de Francia que, a cambio, daba divisas al Gobierno español que le permitían adquirir armamento. “Entre julio de 1936 y enero de 1937 se vendieron en París 194 toneladas de oro bruto con un valor de 195,8 millones de dólares”, que han recibido mucha menos atención que las operaciones con la Unión Soviética.

Estas últimas tienen su origen en octubre de 1936, cuando el Gobierno de Largo Caballero decidió enviar las reservas remanentes del Banco de España a Moscú. 510 toneladas de oro bruto (475 de oro fino) con un valor de 518 millones de dólares fueron trasladadas a la Unión Soviética entre el 22 de octubre y el 6 de noviembre de 1936. Desde febrero de 1937, el oro español se vendió desde allí para comprar armas y otros bienes. Se daba la orden de venta; el oro, amonedado, se fundía, refinaba y convertía en lingotes y las barras se entregaban al Gosbank. Hasta que el saldo fue cero.

El economista Ángel Viñas ha realizado una de las reconstrucciones más completas de los ocurrido con el oro de España durante la contienda.

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