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"El Mar Menor sigue bastante alterado. Si no dejamos de meter nutrientes en origen, el problema persistirá siempre"

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Juan Manuel Ruiz, Profesor de Investigación del IEO / DATADISTA

Juan Manuel Ruiz, Profesor de Investigación del Instituto Español de Oceanografía

"El debate se polariza en dos extremos: o son aguas de origen agrícola o son aguas de origen urbano. Esto es una falacia. (...) Estudios publicados dicen que el 85% de la contribución es de origen agrícola y ganadera. En ciencia, si tú no estás de acuerdo con algo tienes que plantear un estudio, con una aproximación científica válida e intentar publicarlo con una revisión por pares".

"El estudio de los procesos ecológicos que rigen el funcionamiento del ecosistema es la única vía para determinar la causa de los desequilibrios del mismo y su relación con la actividad humana. Todo lo demás es pseudociencia y circo".

"Antes teníamos un sistema con dos algas que controlaban una cantidad importante de nutrientes y ahora, al perder buena parte de la extensión una de ellas, tenemos un sistema más frágil".

El Mar Menor está protegido por casi todas las figuras de protección que puedan aplicarse a un ecosistema (Lugar de Interés Comunitario, ecosistema incluido en la Red Natura 2000, Zona Especial de Protección de Aves, Área de Protección de Fauna Silvestre, humedal de Importancia Internacional incluido en el Convenio Ramsar, zona especialmente protegida de Importancia para el Mediterráneo y, desde el otoño de 2022, incluso ecosistema con personalidad jurídica propia y, por tanto, sujeto de derechos). De poco le ha servido. La laguna costera se ha visto fuertemente dañada por casi todos los impactos humanos capaces de poner en riesgo una masa de agua. Vertidos mineros, urbanismo extremo que durante años se acompañó de una deficiente depuración de las aguas, dragado de los fondos, ganadería intensiva y, sobre todo, un regadío primero forzado como de interés nacional y al que, especialmente tras el Trasvase Tajo-Segura, se permitió crecer sin control hasta acabar convirtiéndose en la principal causa del desequilibrio.

A la llegada de nutrientes arrastrados por las lluvias torrenciales, que lavaban los campos recién abonados; la siembra a favor de pendiente para que el agua no pudriese las raíces, se le unió la extracción de las aguas del acuífero Cuaternario, situado justo bajo las tierras del Campo de Cartagena, junto al Mar Menor, y altamente contaminado por los abonos del regadío.

En 2016, unas aguas que habían demostrado alta capacidad de resistencia a las presiones se transformaron en sopa verde. La pradera marina desapareció casi por completo y el Mar Menor dio la primera gran señal de alarma de haber llegado al límite. En 2019, anoxia y mortandad masiva de peces. En 2021, un nuevo episodio de anoxia. En todo este tiempo, culpas de ida y vuelta entre las diferentes administraciones, leyes, medidas cautelares, polémica, una investigación judicial abierta.

Europa ha tenido dos importantes efectos en la reacción para hacer frente a la situación del Mar Menor. El primero: el 2 de julio de 2020, la Comisión Europea comunicó a España un dictamen motivado por no cuidar la contaminación con nitratos procedentes de la agricultura, con un especial protagonismo del Mar Menor. 20 días después, la Confederación Hidrográfica del Segura procedía al fin a declarar oficialmente como contaminada por nitratos la masa de agua subterránea bajo el Campo de Cartagena, la que afecta directamente al Mar Menor, y tomaba medidas cautelares para reducir los fertilizantes utilizados en las tierras cercanas a la laguna.

El segundo: la llegada de los fondos europeos de recuperación tras la pandemia y su foco en las inversiones medioambientales han permitido presupuestar 484 millones de euros para el llamado Marco de Actuaciones Prioritarias para la Recuperación del Mar Menor, cuyo plazo de ejecución se extiende hasta 2026 y del que por el momento se han ejecutado algo menos de 40 millones aunque desde el Ministerio de Transición Ecológica aseguran que las actuaciones puestas ya en marcha suponen el 20% del plan (97,3 millones). Hay partidas destinadas a la restauración de emplazamientos mineros abandonados, al establecimiento de humedales seminaturales que actúen como cinturón verde de la llegada de nutrientes a la laguna, inversiones en saneamiento y depuración de aguas... Pero además se va a invertir una cantidad nunca vista (15,6 millones de euros) en conocer cómo está el Mar Menor, en medios, modelos, monitorización, algo que la ciencia lleva años reclamando.

Más de 50 investigadores y técnicos del Instituto Español de Oceanografía (IEO), la Dirección General del Agua, la Confederación Hidrográfica del Segura, la Dirección General de Biodiversidad y la Dirección General de la Costa y el Mar, con la colaboración de la Universidad de Valencia y expertos internacionales en el desarrollo de modelos en lagunas costeras van a unirse en un proyecto para el que se han iniciado esta pasada semana los trabajos de coordinación. Hace unas semanas, DATADISTA charló con Juan Manuel Ruiz, profesor de Investigación del IEO sobre cómo está el Mar Menor y cómo se comportó en 2022.

¿Cómo está el Mar Menor y cómo se comportó en 2022?

El ecosistema sigue bastante alterado y, por tanto, la probabilidad de que ocurra un nuevo episodio, ya sea de explosión de fitoplancton o de anoxia, o cualquier extremo de los que hemos visto anteriormente, sigue estando ahí. Las condiciones, los componentes de la ecuación para que ocurra siguen estando ahí. Estamos hablando de un sistema muy complejo, que es lo que intentamos explicar en nuestros informes y en nuestras declaraciones.

Hubo unas lluvias masivas en el mes de marzo, abril de 2022, con récords históricos de la cantidad de lluvia caída. Coincidió con dos episodios de calima y con la transición entre invierno y primavera, cuando empieza a aumentar la luz y la temperatura. Como consecuencia, en mayo los parámetros mostraron una tendencia hacia una posible situación de nuevo bloom o, como llamamos nosotros, explosión del fitoplancton, una nueva sopa verde y el consecuente riesgo de episodios de anoxia por entrada de materia orgánica al sistema y de nutrientes arrastrados por las lluvias. Al final esta tendencia no culminó en un episodio más extremo y las aguas de la laguna se mantuvieron relativamente transparentes entre junio y agosto, especialmente en la parte norte. En las partes media y sur de la laguna las aguas se han mantenido más verdes y turbias.

A partir de septiembre se observó un nuevo proceso de incremento de la clorofila que alcanzó su máximo en octubre y al final del ejercicio se suavizó bastante. Pero en cualquier momento podría volver a ocurrir un nuevo evento extremo. Son especialmente de riesgo los episodios de intensas precipitaciones, como las que experimentó la laguna en otoño, que arrastran consigo grandes volúmenes de sedimentos terrígenos altamente cargados de nitrógeno y fósforo.

Se está banalizando demasiado el funcionamiento del Mar Menor. Es un sistema bastante complicado y nuestra capacidad de predecir, aunque las condiciones sean las apropiadas para que ocurra, es limitada y hay que ir con mucha cautela.

Antes de lo que supusieron las imágenes de los episodios de anoxia y mortandad masiva de peces, una de las imágenes más impactantes de esta larga crisis del Mar Menor que se inicia entre 2015 y 2016 fue ver la pérdida de la mayor parte de la pradera marina que ustedes, desde el Instituto Español de Oceanografía, mostraron junto con ANSE. ¿Cuál es el estado actual de esa pradera marina y en qué medida ha logrado recuperar espacio la Cymodocea, la especie original que poblaba el fondo del Mar Menor?

En 2016, desapareció el 85% de la pradera marina, toda la que se encontraba por debajo de tres metros de profundidad. La pradera de Cymodocea no ha recuperado nada de ese espacio y esto lo sabemos a ciencia cierta porque tenemos una red de puntos donde hacemos un seguimiento de esos límites para ver si avanza o retrocede a esas zonas profundas. De Cymodocea quedan unas praderas que llamamos someras, porque están a poca profundidad, inferiores a 3 metros, que están en buen estado, son muy densas y muy dinámicas. Pero no han sido capaces de avanzar. De hecho incluso continúa retrocediendo en algunas zonas. Este terreno perdido por la Cymodocea lo ha ocupado de forma absoluta un alga, otro macrófito dominante, que es la Caulerpa prolifera, que coexistía con la Cymodocea.

Las dos habían coexistido durante muchos años antes del colapso de 2016 gracias a las grandes cantidades de nutrientes que estaban entrando en el Mar Menor desde hacía varias décadas. Juntas manejaban esos nutrientes hasta que llegó un punto que ya no fueron capaces. Entró en juego el fitoplancton y se produjo esa sopa verde que redujo la luz hasta unos niveles bastante dramáticos y supuso la eliminación del 85% de la pradera, tanto de Cymodocea como de Caulerpa. En los dos años siguientes, la Caulerpa recuperó casi todo el espacio perdido, descolonizado. La Cymodocea, no.

"Antes teníamos un sistema con dos algas que controlaban una cantidad importante de nutrientes y ahora, al perder buena parte de la extensión una de ellas, la capacidad de absorber los nutrientes por parte de la vegetación ha disminuido. Por eso decimos que tenemos un sistema más frágil".

Antes teníamos un sistema con los dos macrófitos, que controlaban además una cantidad importante de los nutrientes que entraban y ahora, al perder buena parte de la extensión de una de ellas, la capacidad de controlar esos nutrientes, de absorberlos, de retenerlos por parte de la vegetación ha disminuido. El control que ejerce la Cymodocea sobre el nutriente es bastante mayor que el que hace Caulerpa, que es mucho más dinámica y, si bien tiene una capacidad de absorber nutrientes muy alta, los devuelve al medio porque su ciclo de producción es muy dinámico. Produce biomasa y al cierto tiempo la descompone. Hemos perdido parte de la capacidad, de la eficiencia en el control de los nutrientes. Por eso decimos que tenemos un sistema menos resiliente, un sistema más frágil, más vulnerable a los cambios.

Ahora bien, no hay base científica para decir que Caulerpa es una alga ‘mala’. Entró en el Mar Menor igual que entraron otras especies mediterráneas, cuando cambiaron las condiciones de salinidad y temperatura por la apertura del canal del Estacio. La Caulerpa encontró un paraíso no solo porque la salinidad y la temperatura ya se lo permitían sino porque además había una cantidad de nutrientes que iban cada vez a más.

No olvidemos que el problema del Mar Menor viene desde los años sesenta, con todo el desarrollo urbanístico por el turismo, el aumento de la población, y posteriormente por todo el cambio de secano a regadío. Caulerpa y Cymodocea son dos especies capaces de coexistir y eso es lo que han hecho durante todas estas décadas desde que abrieron el Estacio. Las dos han contribuido a una de las funciones ecosistémicas más potentes que es el control de los nutrientes, actuando a modo de filtro de la columna de agua, de filtro verde. El problema fue que las cantidades de nutrientes en el medio han superado muy considerablemente la capacidad máxima de estas especies de controlar dichos nutrientes, aumentando la disponibilidad de los mismos para el fitoplancton y favoreciendo las condiciones de aparición de un evento extremo de sopa verde como el ocurrido en 2016.

Imagen captada por el satélite Sentinel-2 el 10/01/2023 donde se aprecia la entrada de agua al Mar Menor desde la rambla del Albujón / COPERNICUS

¿Se puede hablar de diferentes situaciones dependiendo de la zona del Mar Menor a la que nos refiramos? ¿Hay zonas que anticipen mejor los episodios de sopa verde y/o anoxia?

La heterogeneidad espacial del Mar Menor es muy alta y habría que hacer análisis más detallados y objetivos pero, a nivel general, sí se ve cierta tendencia a que los episodios de explosión fitoplanctónica y de anoxia empiezan por la parte central y sur. Tiene lógica porque en la parte central incide directamente la rambla del Albujón y todas las salidas del acuífero [Cuaternario, altamente contaminado por nitratos]; también es la zona donde se concentran las ramblas, coincidiendo además con las mayores y más próximas extensiones de suelo agrícola, que son fácilmente arrastrados por la escorrentía superficial durante eventos de lluvias torrenciales. Por otro lado, hacia el sur, la tasa de renovación hidrodinámica va disminuyendo. Digamos que las aguas están más confinadas y los nutrientes, y la materia orgánica, permanece más tiempo en la masa de agua y la probabilidad de que se desencadene una explosión fitoplanctónica es mayor.

Hay artículos científicos publicados previos al evento de sopa verde de 2016 en los que se ponía en evidencia la existencia de un gradiente de nutrientes y clorofila desde la rambla del Albujón hasta la isla de la Perdiguera, lo que ya era un claro indicador del proceso de eutrofización de la laguna. Partiendo de la base de que ese caudal por la rambla del Albujón sigue estando ahí, ese gradiente sigue existiendo, pero a diferencia de la etapa anterior, el deterioro de las masas de agua afecta a casi toda o toda la extensión de la laguna. Esto no solo es debido a la existencia de otras muchas entradas de agua y nutrientes, sino también a la evidente desestabilización de todo el sistema.

Imagen captada por el satélite Sentinel-2 el 13/09/2019 de las escorrentías producidas por las lluvias torrenciales en la madrugada del 12 al 13 de septiembre de 2019 en el Campo de Cartagena y Mar Menor. / COPERNICUS

Esa entrada de agua por la rambla del Albujón procede en buena medida del agua que aflora del acuífero Cuaternario, altamente contaminado por nitratos y que está a rebosar. ¿Es posible tener una opinión, desde un punto de vista científico, en el debate sobre si debe recuperarse el proyecto de sacar agua del acuífero y desnitrificarla, el famoso colector del plan Vertido Cero?

Como científico lo que tengo que decir es que el conocimiento que tenemos del balance de masas, de lo que está entrando en la laguna por unos u otros sitios, lo que sale, el balance final y los nutrientes que llevan unas entradas y otras, es todavía bastante incompleto. No tenemos un criterio objetivo para apostar ciegamente por una medida, sobre todo si conlleva una inversión económica importante.

Aquí me gustaría romper una lanza en favor de la necesidad de ciencia, de decisiones basadas en ciencia. Hay quien parece que transmite que ya se sabe todo y que ya se ha estudiado todo pero no es verdad. El conocimiento que se tiene de esos balances del Mar Menor es muy escaso, insuficiente, por lo que aventurar o apostar por una medida ciegamente como la solución única, desde el punto de vista científico, no tiene ninguna base, ninguna justificación. Que hacemos números y resulta que sí, que es la única forma, bien. También puede ser que no merezca la pena bombear y si tienen que estar saliendo durante años aguas del subterráneo con nutrientes, tendrán que estar saliendo, hasta que salgan menos y el ecosistema pueda recuperarse. Lo que está claro es que, si no dejamos de meter nutrientes en origen, el problema persistirá siempre. El problema no es el agua, son los nutrientes que la actividad humana sigue inyectando al sistema.

¿Retirar algas el pasado verano contribuyó a mejorar el estado de la laguna?

La que se ha retirado es otro tipo de alga mucho más oportunista. Me faltan datos pero dudo mucho que una retirada parcial de biomasa de las orillas sea capaz de causar un impacto importante en el balance de nutrientes de la laguna.

¿Ve lógico que siga vivo el debate sobre el principal origen del desequilibrio del Mar Menor, a pesar de las evidencias científicas?

El debate se polariza en dos extremos: o son aguas de origen agrícola o son aguas de origen urbano. Esto es una falacia. Hay aguas de origen agrícola y hay aguas de origen urbano. La cuestión es en qué proporción contribuye cada una a lo que está pasando y de esto estudios publicados dicen que el 85% de la contribución es de origen agrícola y ganadera y el 15% de origen urbano.

"El estudio de los procesos ecológicos que rigen el funcionamiento del ecosistema es la única vía para determinar la causa de los desequilibrios del mismo y su relación con la actividad humana. Todo lo demás es pseudociencia y circo".

En ciencia, si tú no estás de acuerdo con lo que dice alguien lo que tienes que hacer es plantear un estudio, con una aproximación científica válida e intentar publicarlo con una revisión por pares. Nosotros, el IEO-CSIC, ahora mismo estamos en pleno proceso de activar un programa bastante ambicioso financiado por el MITECO que incluye monitorización oceanográfica, satélites, muestreo in situ, etc., así como una serie de estudios para conocer en profundidad cuáles son los orígenes de los nutrientes que entran en la laguna, por dónde entran y en qué proporción. El estudio de los procesos ecológicos que rigen el funcionamiento del ecosistema es la única vía para determinar la causa de los desequilibrios del mismo y su relación con la actividad humana. Todo lo demás es pseudociencia y circo.

Hay opiniones, también desde el ámbito científico, que cuestionan el resultado de aquel estudio elaborado por Tragsa que cifraba en algo más de 8 hm3 el agua que entra no por la superficie sino a través del subsuelo desde el acuífero al Mar Menor. ¿Cuál es su opinión?

Yo no dudo que ese estudio esté bien hecho, igual que otros estudios que hay, que pueden diferir. No quiere decir que estén mal, quiere decir que hay variabilidad. En ciencia, cuando hay tal variabilidad, es que hacen falta más datos para tener la imagen completa. Necesitamos más estudios que aporten un entorno estadístico que nos permita tomar decisiones. Si no, es un dato perdido sin entorno estadístico. Todo depende sobre todo de la ventana temporal en la que se hace el estudio. Hay una variabilidad a largo plazo, entre años, dentro del año, plurianual que, dependiendo de cuándo hagas el estudio te va a dar un resultado o te va a dar otro. Si queremos tener rigor científico en nuestra toma de decisiones, tenemos que tener esa variabilidad. Cuanto antes lo tengamos, antes podremos tener las soluciones.

¿No se ha hecho lo suficiente para conocer el estado del Mar Menor?

Yo creo que, aunque no se ha reaccionado como se tenía que reaccionar, porque ya han pasado seis años, al menos ahora parece que se está tomando más conciencia y hay inversiones tanto por parte del Estado como por parte de la comunidad autónoma para mejorar la monitorización, mejorar el conocimiento científico. En mi opinión, hay que hacer un mayor esfuerzo y en el plazo más corto posible para poder tener esa información lo antes posible.

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